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¿Llegó el fin de la globalización? Por Thomas Karig

Después de la traumática experiencia de las disrupciones durante la pandemia, las cadenas de suministro están sujetas a un profundo escrutinio. Los aranceles a mercancías de empresas chinas impuestos por el gobierno de Estados Unidos las motivan a buscar alternativas para sus lugares de fabricación. Y adicionalmente, el nuevo acuerdo comercial norteamericano exige un mayor valor agregado nacional, lo cual requiere de más empresas ubicadas en la región.

Todo ello ha generado un flujo sostenido de nuevas inversiones a México y a otros países que se perfilan como las nuevas opciones para la fabricación de autos y aparatos eléctricos. Destacan entre estos, además de México, Vietnam, la India y Turquía por nombrar a algunos.

Por otro lado, algunos analistas interpretan estos movimientos como el fin de la globalización y el inicio de una nueva era de proteccionismo. Pero, de hecho, las cifras y las tendencias no soportan esta teoría. Cuando las economías volvieron a activarse después del choque inicial de la pandemia, los flujos comerciales regresaron a sus niveles anteriores, si bien con dificultades para restablecer los sistemas logísticos.

Lo que si es un hecho es que la estructura del comercio internacional empezó a cambiar hace más de una década. Ya solo un 18% de los bienes que se comercian corresponden a la maquila basada en costos laborales bajos. En prácticamente todas las cadenas de valor se observa una reducción de la llamada “intensidad comercial”, que significa que cada vez menos componentes semiterminados cruzan las fronteras, y se exporta mas bien el producto terminado. Y adicionalmente, los países emergentes que han logrado mejorar los ingresos de sus habitantes a través de la industrialización, venden cada vez más de sus propios productos en su país. El pías que más impacta en las estadísticas del comercio global en este sentido es obviamente China. Desde 2006, el porcentaje de la suma de exportaciones más importaciones en relación con el PIB chino ha bajado de 60% a 30%. Eso básicamente significa que China importa menos, y que su PIB creció más que sus exportaciones. De todos modos, China sigue siendo el primer exportador del mundo en términos absolutos, con más de 3 millones de millones de dólares en 2021, valor que equivale a la suma de Estados Unidos y Alemania en el 2º y 3er lugar.

Esta situación nos permite varias conclusiones:

1. El tamaño de la economía china y de su comercio exterior es tal que es impensable substituir esa fuente de producción. Aunque algunas empresas tomen la decisión de relocalizar sus plantas a otros países, el impacto sobre la economía china será mínimo.

2. La mayoría de las grandes empresas trasnacionales activas en China no pueden prescindir de ese mercado.

3. Hay economías que siguen dependiendo de sus exportaciones mucho más que China, como es el caso de Alemania en el sector de maquinaria y equipo, y el automotriz.

4. Estados Unidos sigue siendo el mayor importador o consumidor del mundo, con casi 3 millones de millones de dólares en 2021. Contrario a la intención declarada de los políticos de ambos partidos, las importaciones de ese país han aumentado un 30% desde 2016.

No hay, entonces, ni datos ni argumentos para pregonar el fin de la globalización. Las estructuras del comercio van a seguir evolucionando, como lo han hecho siempre. Los gobiernos pueden influir en algo con políticas dirigidas a segmentos estratégicos, siempre y cuando las acompañen, como para los circuitos electrónico, con recursos importantes como es el caso de Estados Unidos, Europa y la India, y por supuesto, como siempre, la misma China. Pero en términos generales, los flujos comerciales se van a orientar en la dupla de oferta/demanda y precio/costo

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